Hay una idea errónea relativa al
modelo económico estalinista, y es que se cree que éste no era de mercado. Esta
idea errónea proviene de círculos marxistas de corte izquierdista que
consideran de forma fatal que el socialismo es un sistema “especial”, ajeno a
las leyes económicas elementales del mercado. Como se vería después de la
destrucción del modelo estalinista (mediante el hundimiento del sector
cooperativo y el sabotaje contra el sistema de asignación de precios del plan,
léanse reformas de Kosygin y Liebermann – Nota del Traductor) por parte de
grupos kruchevistas, es imposible eludir la ley de la oferta y la demanda.
Luego, en los años 90’s, la economía rusa se precipita hacía el extremo
opuesto, Yeltsin y su camarilla empiezan la construcción de una “economía de
libre mercado” con apoyo técnico e ideológico de diversos personajes liberales
extranjeros y nacionales. Esta práctica errónea fue resultado de la propagación
del falaz dogma liberal de la “ineficiencia del sector público”. Lo más
probable es que este pernicioso pensamiento nazca en el economista austríaco L.
Von Mises, que consideraba la economía como un sistema de intercambio de
información sobre los precios. Pero la producción de cualquier cosa bajo un
plan (sea éste de corte socialista o no – Nota del Traductor) no significa la
supresión del precio (lo más correcto sería hablar de una reducción futura de
los costes, el crecimiento futuro o para minimizar los costes futuros sobre los
actuales mediante economías de escala), del producto producido o del
intercambio de información, esto es, “mercado”, en el sentido de Mises. Lo más
importante que podía hacer la economía estalinista, en las consideraciones de
Mises, era comprobar el valor real (valor-trabajo con modelos de asignación
eficiente de recursos Koopmans-Kantoróvich y ecuaciones del valor-trabajo de
Marx y Shaik – Nota del Traductor), asignar precios e intercambiar información
sobre ellos. Este modelo fue tan eficiente que permitió satisfacer la demanda
interna de armas, artillería, blindados y aviones para que la Unión Soviética
saliera victoriosa de la Segunda Guerra Mundial. El modelo Stalin puede
contrarrestar los fallos del mercado derivados de la competencia destructiva,
del monopolismo y de la financierización que distorsionan los precios y crisis
económicas con sus brutales efectos para las clases trabajadoras y campesinas.
Estos argumentos también podrían
llevar también a la acertada conclusión de la imposibilidad del comunismo
utópico como un estado de la sociedad en el que todos los recursos son libres y
gratuitos, pues todo bien tiene incluidos unos costes de producción en capital
fijo y circulante como mostró Marx en “El Capital”. Necesitamos conocer esta
información, así como difundirla para facilitar que las empresas se enfoquen
hacia los puntos más eficientes y rentables de la frontera de posibilidades de
producción (recta que marca las diferentes combinaciones de producción con unos
insumos determinados – Nota del Traductor) y de la frontera de posibilidades de
consumo (ídem, pero para el consumo; como su nombre indica – Nota del
Traductor) El modelo económico
estalinista es fácilmente explicable a través de la teoría económica moderna
(ortodoxia neoclásico-keynesiana – Nota del Traductor) para aquellos que no
sean avezados conocedores del Marxismo-Leninismo. Puede que sea un reflejo un
tanto vago y ligeramente distorsionado, pero para nuestra labor didáctica e
introductoria sirve. Empecemos por las diferencias:
- - En lo referido a monopolios el modelo liberal y
el estalinista difieren a la hora de permitir a los agentes económicos fijar
precios. Mientras hoy los liberales prefieren dedicarse a imponer trabas
burocráticas y leyes regulatorias, el modelo Stalin socializaba los monopolios
siguiendo la enseñanza leninista con el fin último de permitirles asignar un
precio eficiente monopolista (para el beneficio ordinario este precio se da en
el corte de los ingresos marginales con los costes totales medios – Nota del
Traductor).
- - El modelo Stalin comprendía la causa del
monopolio natural (economías de escala para todos los niveles de la demanda –
Nota del Traductor) e impedía la entrada inútil de inversión como pretenden los
liberales con sus regulaciones a favor de la libre concurrencia en sectores
donde más de una empresa es un malgasto de recursos. Lógicamente los
economistas socialistas bajo Stalin conocían de primera mano qué empresas tenían
esta condición y permitían en otros sectores con demandas más elásticas e
impredecibles (mayor sensibilidad al precio del mismo bien, de otros o de la
renta, donde el monopolio rara vez es eficiente – Nota del Traductor) el acceso
de cooperativas, autónomos y sociedades laborales. No como los liberales
corruptos y sus monopolios privilegiados artificiales a golpe de regulación
estatal.
- - Al estar socializados los monopolios estos
sirven a la clase trabajadora y al campesinado bajo el modelo Stalin, en lugar
de formar lobbies políticos burgueses con consecuencias nefandas (léase
complejo militar-industrial de las naciones imperialistas – Nota del
Traductor). En el ámbito económico esto permitía que el monopolio socialista
fuera más eficiente en lo referido a los excedentes del consumidor (en
monopolio el excedente del consumidor SIEMPRE es menor al que hay en
competencia perfecta, y una parte, la “pérdida o coste social” se pierde y no
va ni al monopolista ni al consumidor – Nota del Traductor).
Parece que el modelo de
desarrollo Stalin ha dejado su huella en una renovada actitud positiva hacia el
ahorro y la austeridad fiscal. Estos logros se ven cada vez más a la hora de la
actuación de los Estados burgueses que, alejándose del viejo keynesianismo de
posguerra, vuelven a comprender la importancia de valorar los costes de
oportunidad de ahorrar poco y consumir excesivamente para prevenir las grandes
crisis de deuda que los azotan. Esto, obviamente, otorgó a la URSS de la época
una gran capacidad de maniobra y de independencia. Lástima que esto haya
tardado tanto en relucir al gran público, pues es una causa muy remarcable del
elevado crecimiento de la economía soviética. También lo relativo a la
acumulación y a las economías de escala, pues se empieza a asimilar como una
ley económica que una gran empresa en un sector estratégico será muchísimo más
útil y eficiente que miles de pequeñas empresas compitiendo destructivamente
entre ellas. Esto permitió un gran salto en la capacidad productiva y, por
tanto, en las condiciones de vida de la clase trabajadora. Quedará en la
Historia de la Ciencia Económica cómo la URSS fue capaz de resolver el
desplazamiento a lo largo de la curva de opciones tecnológicas en la dirección
de la acumulación más eficiente.
Todo esto se aderezaba en su
momento, con un modelo fiscal y monetario austero; como se dijo anteriormente.
Así pues en la URSS estaba todo regido por el patrón oro, ajeno a los demonios
de la inflación y de la pérdida de poder adquisitivo del trabajador con
coeficiente de caja al 100 % para evitar la especulación financiera. El tipo de
cambio y el mercado de divisas estaban controlados, subordinados al interés popular.
Esto permitía préstamos al consumo y a la inversión al 0 %, un dinero
especialmente “altruista”. Gracias a esto entre 1929 y 1933 se construyeron
alrededor de 1500 grandes empresas industriales, muchas de las cuales eran de ramas
totalmente nuevas de las que cabe destacar: maquinaria, herramientas y
utensilios industriales, químicos, siderometalurgia, medicamentos, maquinaria
agrícola, automoción y bastantes más.
Por último, hablaremos de la
aplicación de la empresa privada cooperativa, de trabajadores autónomos, de
sociedad laboral o de artel (forma autóctona de cooperativa – Nota del
Traductor) a la URSS. En aquellos sectores (mayormente mercancías de uso y
consumo) donde la demanda era especialmente elástica y sensible, con fuertes
expansiones y contracciones y, por tanto, con incapacidad técnica de planificar
eficientemente sin escaseces o sobreproducciones; el estalinismo prefirió
aplicar la competencia de empresas donde no se diera la explotación del hombre
por el hombre. Fueron increíblemente importantes a pesar de no ser conocidas
más allá de los círculos académicos de los países del Este. Cuando Stalin
falleció en la Unión Soviética existían un total de 114000 empresas privadas
cuya actividad iba desde el sector alimentario y de menaje del hogar a la
metalurgia, la joyería y la industria química. Estas empresas eran responsables
de cerca del 6 % de la producción industrial bruta de la URSS. Tenían varios
millones de trabajadores en forma de socios cooperativistas, laborales o
autónomos. Cabe destacar su actuación en sectores como el mueble (40 % de la
producción), el menaje del hogar (70 % de la producción), más de un tercio de
los géneros de punto y casi todos los juguetes de los niños. Estas empresas
disponían de más de un centenar de oficinas de ingeniería y diseño, 22
laboratorios experimentales propios e incluso dos institutos de investigación.
Se llegaron a formar varios clúster tecnológicos (concentración industrial de
empresas punteras e instituciones científicas sectores relacionados – Nota del
Traductor) en grandes ciudades como Moscú, Stalino, Stalingrado, Kíev, Rostov o
Leningrado Por otra parte, operaban un
sistema propio de pensiones que era ajeno al estatal. Cabe mencionar que estas
empresas hacían préstamos a sus socios para la compra de ganado, herramientas y
equipos o la construcción de viviendas. 1
Para comprender la caída de la
Unión Soviética con Gorbachov, tenemos que echar la vista atrás a las ya
mencionadas reformas de Kosygin y Liebermann y además, vigilar atentamente el
desarrollo de los acontecimientos de la Perestroika donde se fueron volviendo
lícitas toda clase de actividades perniciosas para la economía, tales como
contrabando, sabotaje, tráfico de divisas, especulación, cierres sospechosos de
empresas con los más diversos motivos (se cerraban las fábricas para causar
desabastecimiento, caso de las 4 de 5 tabacaleras rusas cerradas por un año a
finales de los 80’s – Nota del Traductor) que llevaron por un lado a la crisis
y por otro al colapso social por las colas del hambre y la inflación.
Por Eduard Potapov, economista ruso.
Traducido por Jesús Adrián Martínez (@FullChus).
1. KARA-MURZÁ,
Serguey y otros. El Libro Blanco de
Rusia. La Reforma Neoliberal
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